miércoles, 11 de mayo de 2011
recompensada
miércoles, 20 de abril de 2011
M. se ha propuesto hacerme sudar. Y al final, algo ha conseguido.
Salgo blanda como un trapo y feliz.
Y me acuerdo del momento en que he estado a punto de no ir. A veces es cuando suena el despertador y otra es antes de salir por la puerta, cuando ya tengo todo preparado. Hoy ha sido en el andén del metro. Es un impulso que he aprendido a no seguir. El impulso de abandonar. Para vivir me sucede igual. Tengo que hacer un esfuerzo para llegar viva a la noche. Y entonces desplomarme. Y dejar que todas esas ideas sobre el morir se apoderen de mi. Y al día siguiente, vuelta a empezar.
Cuando quedan 10 segundos para que suene el timbre, M. grita "vamos, seguido, seguido". Quiere que sepas que no has terminado, que hay que llegar hasta el final, pegando sin parar, lo más rápido y fuerte posible.
martes, 19 de abril de 2011
la consistencia
Se lo dije a P. al despedirme el viernes.
P. respondió.- Es importante aprender y comprender bien las 3 cosas fundamentales, para luego poder hacer las 40 combinaciones. Y sobre todo, para que los golpes sirvan para algo.
Yo.- No sé si mis golpes sirven para algo.
P.- No, de momento, no sirven para nada porque no tienes consistencia.
Así que me tengo que ir haciendo. O algo así. Hay algo que no tengo y que tengo que ir buscando y creando. Cada día. Poco a poco. Mi nueva misión. Está debajo de mi piel.
Ayer J. me dijo que mi puño es femenino. No quise saber más, indagar sobre el significado de esas palabras. Me dijo que en 5 meses, si yo quería, mi puño podría dejar de ser femenino. Y ser útil y peligroso.
(Así que me voy ahora mismo.)
jueves, 14 de abril de 2011
desolación: agua con sal
P. enseña de una forma muy diferente a M.
M. quiere que lo hagas todo, que lo hagas ya, y que no pares de hacerlo. M. grita "vamos, vamos". Hasta que dejas de saber qué coño estás haciendo, los brazos no responden, pero sigues dándole como puedes al saco, de la forma que sea, y el saco se mueve tanto que te marea y el cuerpo se detiene solo, sin esperar a que se le ordenes, cuando llega el minuto más corto de tu vida, el minuto de descanso.
P. en cambio, quiere que salgas con algún concepto claro, que comprendas algo, que tu cuerpo se entere y que mañana recuerde. Te enseña los golpes a cámara lenta, te explica el por qué de las cosas. El por qué siempre tiene que ver con dar mejor y más fuerte. O con evitar que te den. P. nos hace repetir. Pero no quiere que repitamos automatizando. Quiere que pongamos conciencia y voluntad en cada golpe. Quiere el cerebro en los puños, los codos, los hombros, las caderas, los pies.
P. enseña de una forma muy diferente a M. Los dos me gustan. Con los dos aprendo. Pero echo de menos a M. Aunque le tema. Echo de menos saber que está ahí, en algún lugar entre los sacos, y que en algún momento se acercará a meter caña. Él es el alma del gimnasio, como suele decirse. Y si le pides que ponga música te responderá que si quieres música te vayas a la discoteca.
martes, 12 de abril de 2011
a próposito del final, nuestro final
p.198 "Ansiaba leer algo que mereciese ser leído, las palabras de alguien que hubiese querido expresar la verdad".
viernes, 8 de abril de 2011
A.- Quítate los cascos.
B.- Qué.
A.- No sé cómo puedes ponerte los cascos.
B.- Me motiva.
La música me motiva.
¿A ti no?
El 80% de los gimnasios del mundo entero tiene música, menos éste.
Aquí hay que pedirla a gritos.
A.- Es que M. (el entrenador) es muy ortodoxo.
Éste es un gimnasio para hombres.
B (sabiendo que me río).- Para hombres, y algunas mujeres...
A.- Pues anda que tú, con los cascos y esas vendas rosas que llevas...
Pienso que a M. la música que le gusta es la de los guantes en los sacos, y los pies, las combas, las cuerdas, la respiración, y el reloj que suena cada 3 minutos y 1 de descanso. Esa es la música del lugar. Para qué poner la radio.
jueves, 7 de abril de 2011
descubrimiento:
Me acuerdo de aquello que decía Capote. Algo así como que "los que no imaginan son como los que no sudan: almacenan veneno".
Yo voy a echar fuera todo el veneno. Siento que al menos soy capaz de hacer algo bien si aprendo a sudar. Y cuando todo vaya mal, peor, mucho peor, empezaré a sudar y seré feliz en medio de la mierda y el caos. Ya no habrá besos con las letras de "the end", o con el telón, o con los aplausos, sino sudor. Habrá sudor para que haya final feliz. Y los putos actores y las putas actrices tendrán que sudar para sobrevivir. Y yo volveré a ir al teatro con alegría. Y me sentaré en la 1ª fila para poder olerles.
Y si te duele el tobillo derecho, como a mi hoy, M. sabe la manera de que sigas entrenando sin forzarlo pero sin abandonar. Siempre hay una forma de seguir sin huir.
lunes, 4 de abril de 2011
2º día de entrenamiento
Yo.- Pero si llevo más de dos horas. Y es mi segundo día.
Y me muero.
Si por ti fuera, me quedaba toda la mañana.
M.- ¿Y dónde vas a estar mejor que aquí?
viernes, 1 de abril de 2011
el peso del mundo (para V.)
Lo primero que he leído a las 7 de la mañana ha sido la página 85 del libro que tiene Aullido (y más cosas) mientras recalentaba el café y me he tranquilizado:
(...)
debemos descansar en los brazos
del amor.
No hay descanso
sin amor,
no hay sueño
sin sueños
de amor-
sean locos o fríos
obsesionados con ángeles
o máquinas,
el deseo final
es amor
-No puede ser amargo,
no puede ser negado,
no puede ser contenido
si es negado:
el peso es demasiado pesado
jueves, 31 de marzo de 2011
martes, 29 de marzo de 2011
lunes, 28 de marzo de 2011
4 (o el rechazo)
domingo, 27 de marzo de 2011
La Otra Calamidad (o la primavera)
viernes, 25 de marzo de 2011
jueves, 24 de marzo de 2011
recién llegada
miércoles, 23 de marzo de 2011
lo que escribiría esta noche si supiese escribir
esa cosa con plumas que se posa en el alma
Podría enviar las cartas que escribo, como Emily Dickinson, y encerrarme en mi escondite y emparedar vivos mis deseos. Podría no enviarlas, como Calamity Jane, y tomar la calle y empezar a arder en el asfalto y confiar en la bondad de los desconocidos.
Es decir: enviar mis cartas y vivir dentro. O no enviarlas, y vivir fuera. Qué hacer.
Ellas dos, en realidad, se habrían entendido muy bien. (…the same pain in different ways…) Creo que Dickinson atraviesa en algún momento las Apacherías, pero no sé si lo he soñado. Lo busco y no lo encuentro. Sí, he debido soñarlo. Vuelvo a encontrarme con ella a través de Sherman Alexie, que me pregunta “¿cómo se puede vivir una vida especial si no la interrogas constantemente?”
martes, 22 de marzo de 2011
júbilo
La ferretería de al lado es preciosa, dan ganas de quedarse a vivir allí, y dormir junto a todas esas cajitas de clavos que brillan tanto y tienen nombres extraños, como las estrellas. En la ferretería me siento segura. Rodeada de hombres con callos en las manos. Rodeada de martillos. Nada malo puede ocurrir. Todo va a ir bien, dicen los destornilladores. Compro con el entusiasmo de quien va empezar a buscar oro nada más salir por la puerta. Pienso demasiado en otro y estoy tan alegre que parezco boba. Idiota del todo. No me importa. Debería sentirme fatal pero no me siento fatal. Corro. Cierro los ojos. Mis párpados se beben el sol del barrio entero. Y me da igual que me sangren los dedos meñiques de los pies. Porque mis humildes botas para huir suenan que da gusto.
Woman using rocker in mining operation on Nome beach, Alaska, ca. 1900. (Eric A. Hegg)
lunes, 21 de marzo de 2011
hard times
son ganas de llorar o follar,
morir o matar.
¿O es todo lo mismo?
En cualquier caso, me aguanto.
most of the time they're in the middle of your road
same pain in different ways
don't you know, son, when it pours it rains
(R.B)
miércoles, 16 de marzo de 2011
this little light of mine
martes, 15 de marzo de 2011
roadhouse sun
Qué más se puede pedir.
lunes, 14 de marzo de 2011
amar la calle
domingo, 13 de marzo de 2011
3
Quisiera más brazos. Quisiera músculos. Los músculos de 13 brazos al menos. Quisiera ser toda fuerza y nada más. Ser brazos sin aire y sin sangre. Brazos de apaches, boxeadores, esclavos, marineros, presidiarios, obreros. Brazos para cargar y pegar. Para meter mi vida en cajas sin temblar. Para tirarlas todas de golpe por la ventana y saltarme las escaleras. Me duele todo. Y no por eso dejo de ser una bestia. Creo que tú te largarías de otra manera. Con las bragas, las botas, y punto. Pero yo no puedo. Miro los libros y las cosas y me parece que sin ellos no sabría quién soy. Estaría perdida. Ya sé que dirás que así no llegaré muy lejos. Pero quién sabe qué es lo imprescindible.
No hay que esperar a que ocurran las cosas. Sé hacer que ocurran. Puedo construir. Y también destruir. Y eso es un alivio, Calamity.
Desde un locutorio sin nombre,
la otra calamidad
martes, 8 de marzo de 2011
2
Tengo todas las palabras pataleando dentro. Pero al llegar a la garganta se convierten en piedras. No puedo decir mucho. Voy a Gran Vía a llorar, es como irse al bosque. Nadie pregunta. Miro las botas de todos los escaparates. No son botas para huir. Me siento en una esquina. Plaza de la Luna. O Montera. O Ballesta. Junto a las putas. Y las escucho parlotear en idiomas que no sé ni cuáles son. Y te escribo mientras las putas esperan. Escribo a una muerta. Porque sólo una muerta puede escuchar mis garabatos. No sé si esto es el final. O el principio. O es lo mismo. Pero lo quiero todo. Yo no puedo esperar.
Sigue preparada,
la otra calamidad
Deadwood Gulch from Scribners monthly - 1877
P.D. Hay una cosa segura: sabré reconocer el tronco donde te sentabas a llorar y a escribir si llego a Deadwood. Igual que tú sabrías reconocer las esquinas donde me abandono.
¿No crees que los lugares pueden guardar nuestras lágrimas y escupitajos, igual que los cuerpos?
lunes, 7 de marzo de 2011
1
No sé si sería todo más fácil con unos cuantos tragos. Tú lo sabrás mejor que yo. Me he despertado con buenas noticias. Pero he tenido la tarde más triste de los últimos tiempos. Todo se derrumba sin remedio. Y aún así creo que podré seguir adelante. Algo se me rompe dentro, pero parece que fuera todo sigue igual. Ahora ya no soy de nadie. No pertenezco a ningún lugar, a ningún cuerpo. Cada uno de sus 206 huesos ha dejado de ser mío. Ni una sola de sus 24 costillas se pudrirá junto a las mías. No podremos ser el mismo fosfato de calcio deshaciéndose en la tierra. Desasosiego. Él se pregunta si no estará ya muerto. Pero yo no, lo sabes, yo no. Resisto para escribirte al llegar la noche. Como si escribirte fuese encender una hoguera. Y me acerco corriendo al fuego. Porque sólo tú eres capaz de derramar un poco de aguardiente sobre mis heridas. Y lamer mis pestañas chamuscadas. Y no dejarme caer. Sé que vas a enseñarme a combatir mi propio dolor. Aunque no pienso ir a jugar al póker.
Quiero que sepas algo. Cuando digo tu nombre sólo puedo hablar de amor. O de desamor. O del puto amor. O de amor apache. ¿No es lo mismo? ¿De qué hablamos (si no es de amor) cuando hablamos del Oeste? Todos se han olvidado de esto. Todos esos hijos de puta que cuentan lo que les da la gana. Como si tú ni ninguna de vosotras hubiese existido jamás. Si alguien vuelve a decir que eres una puta borracha y nada más, se va a arrepentir. Ya lo verás.
Te lleva dentro siempre,
la otra calamidad
sábado, 5 de marzo de 2011
hasta la muerte
Calamity Jane en la tumba de Wild Bill Hickok en Mt. Moriah
Por qué hay algunos libros que parecen hablarme directamente a mí. Qué hijos de puta. Luego no puedo abandonarles. Voy cargando con ellos en cada mudanza. Son "los escogidos". De vez en cuando los abro por cualquier página, para que vuelvan a susurrarme algo. Creo que a la literatura no hay que pedirle que sea buena o mala. Yo le pido que me hable, que me atraviese, y lo más importante, que me meta prisa por vivir y escribir. Y ahora tengo tanta prisa que corro peligro.
miércoles, 2 de marzo de 2011
Lejía west. Actos de hoy.
2 Limpiar hasta el último rincón. Lo que llaman "limpieza general", pero empezando a las 7 de la mañana. He combatido las arizónicas y los ácaros. He barrido, fregado, frotado, aclarado, con todo el incorformismo del que soy capaz. He sacado brillo. He cantado aullando. He sudado. Y ya se sabe.
Ahora empieza el día.
Hoy no me extinguiré.
martes, 1 de marzo de 2011
se me ha olvidado decir
Para que las historias no sean historias, tienen que ser viajes, tesoros, y sobre todo, secretos. Y esos secretos han de ser desvelados siempre como si fuese la primera vez (aunque sea la centésima vez) y tienen que dar vueltas hasta quedarse anclados en algún lugar entre el esternón y los isquiones.
Para que las historias no sean historias no es necesario que sean verdad, pero es mejor creer que así es y que quien las cuenta asegure que no miente.
No hago más que darle vueltas a las “Apacherías”. Literalmente. Las Apacherías se doblan y desdoblan, se despliegan como un mapa, se superponen, te arrastran, te abandonan, las retomas, te pierdes, y a la vuelta de la hoja te sacuden, te recuerdan el indio que hay en ti y las preguntas que una vez te hiciste y luego te esforzaste en olvidar, te despiertan, te llevan del presente al pasado, y al revés, se reflejan como espejitos mágicos del desierto, se alimentan, se pelean, se sostienen unas a otras.
Es extraño. Después de todo, creo que podría morirme sin pisar el Oeste. Morirme esta noche borracha de historias-que-no-son-historias, de apacherías, de revoluciones. Morirme creyéndomelas todas todas todas, como una niña.
Al menos ahora sé que el Oeste no me lo inventé yo.
lunes, 28 de febrero de 2011
sábado, 26 de febrero de 2011
viernes, 25 de febrero de 2011
Ríos de caballos y más
“Como apuntaba E. S. Curtis a propósito de los indios en general, no había ni un solo gesto en la vida de Henry que no implicase alguna suerte de ceremonia o no fuese en sí mismo un acto religioso (yo diría mejor: poético)”, cuenta Lucini sobre el poeta crow.
Henry Real Bird está aquí, en todo lo que hace. Respira en esa fractura entre las cosas y el decir de las cosas, a través de esos actos poéticos que dice Lucini. Se sostiene entre el pasado y el futuro, en el presente más doloroso. Se puede sobrevivir a través de la poesía, sobre todo cuando no hay distinción entre poesía y vida, y todo forma parte de lo mismo. En este momento creo que es la única aspiración posible.
miércoles, 23 de febrero de 2011
jueves, 25 de noviembre de 2010
Cada vez que vuelvo a tener un esguince, o a tener fiebre, o alergias, o cuando me toca revisar mi riñón, cada vez que me pinchan, o que se inflaman los ganglios, o que detecto la infección, o que se atraganta una vértebra, o que miro el techo de la sala de espera, o que me duele al mear, o que meo en un bote de plástico, o que espero a que las pastillas efervescentes se disuelvan, hay algo, algo nuevo se revela, arde suavemente.
Y ahora me doy cuenta, qué inútiles fueron mis intentos por aparentar lo que no soy, peleando y mordiendo. La enfermedad continúa. O la desventaja. O la debilidad. Y me sigo preguntando cómo lo hice. Cómo lo hice para ponerme a la altura de los fuertes.
Y no sé si quiero seguir esforzándome.
martes, 23 de noviembre de 2010
miércoles, 17 de noviembre de 2010
enfermedad del alma
Todos los enfermos producían esputos ininterrumpidamente, la mayoría en grandes cantidades, muchos de ellos no tenían sólo una sino varias botellas de escupir al lado, como si no tuvieran tarea más urgente que producir esputos, como si se animasen mutuamente a una producción cada vez mayor de esputos, todos los días se celebraba aquí una competición, eso parecía, en la que, por la noche, se llevaba la victoria el que había escupido más concentradamente y en mayor cantidad en su botella de escupir.
El Frío, Thomas Bernhard
esputo
Ese es el secreto de los castigos de los dioses, tal vez luego alguien venga a salvarte, pero en principio son para siempre. La piedra de Sísifo se le cae una y otra vez y él nunca puede alcanzar la cima. Podría aceptar que un buitre se comiese mi hígado una vez o que un día tuviese que subir una piedra por la montaña. Pero no podría aceptar que eso sucediese sin fin, como no acepto tener que escupir cada medio minuto, y ya llevo cinco días. Siento un pozo en el pecho; no hay corazón, ni pulmones, ni bronquios, sino un pozo inmundo.
martes, 16 de noviembre de 2010
febril
viernes, 12 de noviembre de 2010
y aguantar
jueves, 11 de noviembre de 2010
¿Qué coño es eso de la "felicidad"?
Sea lo que sea, la felicidad, estoy en contra.
Nada de lo que me habían dicho se ha cumplido, nada de lo que yo me había imaginado se ha hecho realidad.
Sólo puedo ocuparme de sobrevivir hoy. Y este odio hacia la gente feliz, la gente que le va bien, la gente que confía y que consigue todo, que acaba lo que empieza, y que parecen seguir una línea recta sin torcerse jamás, me da fuerza. El odio me fortalece. Estar en contra o no estar.
sábado, 30 de octubre de 2010
viernes, 29 de octubre de 2010
resistiendo
Lawrence comprende que la disciplina del ejército regular impone un límite de energía alcanzable, restringe y asfixia la individualidad para obtener el mínimo común denominador de los hombres. Y sabe que la preparación del guerrero debe ser tan meticulosa a nivel físico como moral y espiritual, porque ante el enemigo siempre estamos solos. Lawrence afirma que “en la guerra irregular si dos hombres están juntos uno está siendo despreciado. La tensión moral que implica la acción aislada hace de esta forma de guerra simple algo muy duro para el soldado individual, y exige de él una iniciativa especial, resistencia y entusiasmo”.
Como soldado en el margen le pregunto a Lawrence quién va a recogerme si me derrumbo, si dudo, si ardo, si enfermo.
Lawrence propone ser como el viento, estar en todas partes y en ninguna, siempre en otro lugar, negándole al enemigo un blanco contra el que disparar. No ver al enemigo, ni dejarse ver por él. Desaparecer. Porque “los fantasmas pueden causar mucho miedo a los ejércitos”.