lunes, 28 de marzo de 2011

4 (o el rechazo)

Querida Calamity:

En realidad no sé si esto es una carta o qué es.

Pienso en nosotras cuando leo: "El movimiento de rechazar es raro y difícil, aunque idéntico y el mismo en cada uno de nosotros desde el momento en que lo hemos captado. ¿Por qué difícil? Porque hay que rechazar no sólo lo peor, sino también una apariencia razonable, una solución que se diría feliz"

Es difícil pero es claro. Y no tiene vuelta atrás. Una vez que se conoce la verdad no se puede seguir viviendo como si nada. No se puede fingir que no se sabe. O se sabe o no. Cuando se reconoce la mentira en la que se vive ya nada puede seguir igual. TODO cambia.

"Hay una razón que ya no aceptaremos, hay una apariencia de cordura que nos produce horror, hay una oferta de acuerdo y de conciliación que ya no escucharemos. Una ruptura se ha producido. Se nos ha conducido hasta esa franqueza que ya no tolera la complicidad."

Blanchot habla de los acontecimientos públicos, de lo que ocurre en el mundo. Pero creo que yo sólo puedo hablar de lo que ocurre en mi cuerpo. Reconozco esa acción de la que habla Blanchot. Y la reconozco en el corazón y también en el coño. Igual que la reconociste, Calamity, cada vez que te marchaste. El rechazo no es una decisión que haya que tomar. El rechazo es inevitable. Sucede. Sucede con desgarro y con júbilo. Y no puede no suceder. Son los órganos que se revelan y rebelan. Y se ponen a prueba.

No ven nuestro cuerpo en peligro cuando nos llaman histéricas y locas y raras. Creen que nuestro NO es insignificante porque tiene lugar en una esquina, en la cocina, en la cama, donde no hay micrófonos. Nuestro NO es tan poderoso como el suyo. Porque no se enfrenta sólo al mundo. Nuestro NO mira a los ojos y ofrece el coño y el corazón con toda su calamidad.

No ven que nuestro pequeño NO es enorme, porque está en cada una de nuestras venas. En cada instante. Incluso cuando amamos. Sobre todo cuando amamos. Y ardemos. Y nos negamos a no arder.

No me olvides,

La Otra Calamidad

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