martes, 22 de marzo de 2011

júbilo


La ferretería de al lado es preciosa, dan ganas de quedarse a vivir allí, y dormir junto a todas esas cajitas de clavos que brillan tanto y tienen nombres extraños, como las estrellas. En la ferretería me siento segura. Rodeada de hombres con callos en las manos. Rodeada de martillos. Nada malo puede ocurrir. Todo va a ir bien, dicen los destornilladores. Compro con el entusiasmo de quien va empezar a buscar oro nada más salir por la puerta. Pienso demasiado en otro y estoy tan alegre que parezco boba. Idiota del todo. No me importa. Debería sentirme fatal pero no me siento fatal. Corro. Cierro los ojos. Mis párpados se beben el sol del barrio entero. Y me da igual que me sangren los dedos meñiques de los pies. Porque mis humildes botas para huir suenan que da gusto.

Woman using rocker in mining operation on Nome beach, Alaska, ca. 1900. (Eric A. Hegg)

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