miércoles, 17 de noviembre de 2010

esputo

Noche cuarta. Sigo escupiendo como una condenada, llevo cinco días y cuatro noches escupiendo flemas amarillas sin parar, más o menos húmedas, por la mañana sangrientas. No se terminan nunca. Son mis trabajos forzados. Me acuerdo del pobre Prometeo, encadenado a una roca donde un buitre le devora el hígado. El hígado le crece por la noche, y así el buitre continúa martirizándole. En algún momento mi flema se sigue multiplicando para que yo tenga que seguir escupiendo eternamente.
Ese es el secreto de los castigos de los dioses, tal vez luego alguien venga a salvarte, pero en principio son para siempre. La piedra de Sísifo se le cae una y otra vez y él nunca puede alcanzar la cima. Podría aceptar que un buitre se comiese mi hígado una vez o que un día tuviese que subir una piedra por la montaña. Pero no podría aceptar que eso sucediese sin fin, como no acepto tener que escupir cada medio minuto, y ya llevo cinco días. Siento un pozo en el pecho; no hay corazón, ni pulmones, ni bronquios, sino un pozo inmundo.

2 comentarios:

h i l i a n d o dijo...

sí que los hay, siguen allí, en el mismo sitio que estaban hace cinco días, pero ahora cubiertos de flema...
repito: cuidese y gracias por sus comentarios.

diana moreno dijo...

qué bueno, eso de darle el toque mitológico a lo más mundanillo como es un resfriado).
qué bueno.
y qué buen blog, en general. me pasaré más veces. saludos!