domingo, 15 de noviembre de 2009

lo único que merece la pena ver


Viendo "La vida loca", la película más brutal que he visto nunca, tenía ganas de morir cada segundo. Y no puedo explicar por qué, no lo sé. Es un documental que roza el límite de lo soportable. Me pasé hora y media, desde el primer minuto, queriendo salir del cine. Pero marcharme hubiese sido un fracaso para mí. Así que me quedé revolviéndome en la butaca, con náuseas que iban y venían.
Quizá si viviese cada día así, en la frontera, si viviese en peligro tendría menos ganas de morir. Esa gente vive medio muerta, sentenciada, pero no quieren morirse ni un solo segundo.
Lo más hermoso de la película era la carne, la piel tatuada hasta el infinito, las heridas cosidas, los ojos nuevos. El cuerpo como única posesión.

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