viernes, 18 de diciembre de 2009

En realidad a mí me da igual lo que ocurra en La Casa Encendida, ya es un lugar que piso lo menos posible. No tengo ninguna intención de cambiar el mundo, ni la mentalidad de nadie, y menos de los programadores acomodados. Al menos hoy.
Lo que me gustaría es prescindir de todo eso. El teatro lo vamos a acabar haciendo en casa. Sin programadores, sin directores, sin ferias, sin estrenos, sin críticos, incluso sin técnicos (aunque siempre sean los mejores). Sin focos, sin equipos, sin pantallas. Sobre todo sin subvenciones, sin residencias, sin becas. Sin moscardones. Sin chupasangres. Sin tener que mandar dosieres. Sin llamadas de teléfono. Sin tener que suplicar a nadie para que te metan en programación. Sin arrastrarnos por el lodo para conseguir cualquier nimiedad. Sin tener que dar las gracias por lo que deberíamos poder hacer sin la ayuda de nadie.
Pero, ¿quién está dispuesto?

1 comentario:

Anónimo dijo...

Aquí servidora. Me encantas.Soy rastreadora incansable y rastreando, te encontré...qué gusto leerte tan harta de todo.Ya te lo dicho alguna vez..me gusta leerte. la naza